Evidencia sobre dieta cetogénica y cerebro

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Si has llegado aquí quizás sea porque te suena lo de la “dieta cetogénica” pero quizás no sepas en qué consiste, o cómo funciona, y eso te lleve a pensar que es “otra dieta de moda”. O quizás te ocurre lo contrario: sigues esta dieta de manera continua o intermitente y tienes curiosidad por conocer su impacto en tu cerebro. Voy a intentar arrojar un poco de luz sobre todo ello.

Conviene aclarar para los recién llegados que Nueces para el Cerebro no es el blog de una nutricionista, y sí de una psiquiatra, así que daré unas pinceladas sobre en qué consiste esta dieta, y me remitiré a algunos de los muchos recursos en los que podrás profundizar, y animarte a probarla, seguirla o recomendarla. Vamos a ello.

Simplificando, la dieta cetogénica consiste en alimentarse a base de una proporción mínima de carbohidratos (en forma deseablemente de verduras); otra normal de proteína (pescados, carnes, huevos); y otra alta de grasas saludables (aceite de oliva virgen extra, aguacates, frutos secos, pescados grasos).

También sería cetogénica usando grasa-basura, pero en este blog buscamos salud, así que ignoremos esa opción. Lo que se persigue con este enfoque es dejar de usar como combustible el azúcar alimentario, y comenzar a usar la grasa, bien la ingerida o la propia acumulada.

La dieta cetogénica consiste en alimentarse a base de una proporción mínima de carbohidratos,
otra normal de proteína y otra alta de grasas saludables

Volviendo a nuestro punto habitual de partida recordemos que desde hace miles de años, cuando el alimento no era accesible, almacenamos en forma de grasa lo que nos “sobra” de todo lo que ingerimos, por si lo necesitáramos en épocas de escasez… pero ¿qué ha ocurrido en las últimas décadas? que en los países occidentales del llamado primer mundo nos hemos rodeado de un exceso de productos comestibles, ultraprocesados, altos en azúcares simples, grasas trans, etc. que nos llevan a acumular los excesos en forma de grasa, inflamarnos, y a no acceder nunca a esas reservas por no necesitarlo.

Por simplificarlo, podemos funcionar como los coches, quemando dos tipos de combustible: en humanos azúcar o grasa. En nuestra cultura lo habitual es usar azúcar, con ello no solo hablamos de pasteles, dulces o azúcar de mesa, estamos hablando de hidratos de carbono tipo harinas, pasta, arroz, patatas, pan, cereales refinados que finalmente, traducidos a combustible, son “azúcar”.

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Nuestro cuerpo, incluido cerebro, lo utiliza, y lo que sobra lo almacena en forma de glucógeno, fuente que nos proporciona energía, por unas 12 horas aproximadamente. Pero ¿qué ocurre si superamos ese tiempo porque estamos ayunando, o porque no ingerimos más azúcar? Pues como sabéis, ni nos morimos, ni dejamos de funcionar, ya que tenemos esa grasa almacenada que nos va a ir proporcionando energía, en forma de “cuerpos cetónicos”.

Como explicaba en la entrada anterior del blog, nuestro cerebro funciona bien a base de cuerpos cetónicos, solo es cuestión de recordárselo. ¿Crees que cuando éramos cazadores-recolectores y llevábamos horas si ingerir alimentos, nos quedábamos en la cueva, hechos polvo, sin energía, y con el cerebro apagado porque “estoy hipoglucémico”? Más bien todo lo contrario: nada agudiza más el ingenio que el hambre.

Por simplificarlo, podemos funcionar como los coches, quemando dos tipos de combustible: azúcar o grasa. En nuestra cultura lo habitual es usar azúcar

¿Qué es la neurocetoterapia?

Respecto a la “neurocetoterapia” (dieta cetogénica y su aplicación para trastornos neuro/psiquiátricos) no es algo nuevo: existen publicaciones desde hace un siglo que hablan de sus propiedades para por ejemplo disminuir las crisis epilépticas (en niños resistentes a tratamientos farmacológicos de la época). Por dar algunos ejemplos más recientes comentaremos algunos artículos interesantes que profundizan en mecanismos mediante los que actúa y sus implicaciones terapéuticas:

En 2008 se publicaba en Brain Research Reviews un artículo explicando las propiedades neuroprotectoras de la restricción calórica, la dieta cetogénica y los cuerpos cetónicos, profundizando en los efectos antioxidantes, la mejora en la eficiencia metabólica, el aumento en la actividad de las sirtuinas (enzimas implicadas en la expresión génica de determinadas enfermedades neurológicas), el aumento de la actividad de factores neurotróficos (BDNF), efectos anti-inflamatorios, potenciación de la neurogénesis y mecanismos horméticos. Recuerdan que los cuerpos cetónicos (generados bien mediante ayunos, bien reduciendo drásticamente los carbohidratos como ocurre en la dieta cetogénica) tienen propiedades neuroprotectoras y por tanto que estas estrategias deberían ser tomadas en cuenta.

Respecto a la dieta cetogénica como paradigma de tratamiento en diferentes trastornos neurológicos se publicaba en Frontiers in Pharmacology un artículo en el que se revisa el uso en distintas condiciones como la epilepsia, las migrañas, el neurotrauma, la enfermedad de Alzheimer, la enfermedad de Parkinson, los trastornos del sueño, tumores cerebrales, autismo, dolor, y esclerosis múltiple.

Una revisión general nos la da el artículo de 2018 de revisión de Scott Koppel titulado Neurocetoterapia: una revisión moderna de una terapia de un siglo de uso”, en el que se profundiza en la biología bioquímica y molecular de las cetonas, función mitocondrial, relevancia en el neurodesarrollo, distintos trastornos neurológicos, etc.

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¿Hay evidencia sobre dieta cetogénica en Psiquiatría?

Es cierto que sobre dieta cetogénica y Psiquiatría hay menos bibliografía, aunque desde luego es creciente, y por ello me comprometo a seguir publicando entradas del blog al respecto. Existen publicaciones de casos, que no mencionaremos aquí (si hay alguien interesado me lo puede hacer saber en comentarios del post), y algunos artículos publicados. Lo cierto es que las investigaciones van en aumento (en modelos animales y humanos), incluyendo ensayos clínicos actualmente en marcha en Europa, en personas con esquizofrenia (estaremos pendientes de sus resultados), presentados en el último congreso de Psiquiatría Nutricional (Londres, Octubre 2019).

En 2015 se publicaba en Schizophrenia Research, un estudio en el que, sobre la hipótesis de una patofisiología en la esquizofrenia basada en un metabolismo alterado de la glucosa y la energía, inducían comportamientos similares a esquizofrenia en ratones, los trataban con dieta cetogénica y esos comportamientos revertían (son comportamientos tipo interacción social, hiperactivación, memoria de trabajo espacial, etc. que se provocan a través del receptor NMDA).

En Frontiers in Psychiatry se publicaba en 2017 un artículo sobre el “Estado actual de la dieta cetogénica en Psiquiatría” en el que se revisaban 15 estudios. En él se señalaba que la dificultad de cumplimiento en humanos podría marcar una diferencia respecto a los prometedores resultados en animales, y que quizá por ello aún no había suficientes datos para recomendarla. Dos años después, en Septiembre de 2019 se publica en Current Opinion in Psychiatry una revisión sobre la implicación clínica de la dieta cetogénica para esquizofrenia en el que de nuevo se señala el metabolismo alterado de la glucosa y la energía en el cerebro de las personas con esquizofrenia, y cómo esta alteración podría ser abordada con una dieta cetogénica, revisando modelos animales así como estudios de casos en humanos. El artículo señala que se podría ser optimista al respecto, y que quizá habría un subgrupo de pacientes más susceptibles a este abordaje (así como de estrategias para abordar las dificultades en la adherencia).

En próximos posts seguiremos analizando la bibliografía sobre dieta cetogénica y Psiquiatría, sea para apoyarla, para mostrar datos no concluyentes, o incluso para descartarla si así lo recomendasen las pruebas hasta el momento.

¿Qué alimentos debería priorizar una dieta cetogénica?

En mi opinión no considero que sólo sea importante la proporción de macronutrientes, que es lo que define una dieta cetogénica (el hecho de ser muy baja en carbohidratos, por simplificar), creo que es fundamental el que sean “comida real” entre otras cosas. Aunando lo expuesto hasta ahora, propondría en todo caso una “dieta cetogénica mediterránea”, que nos permitiría usar lo mejor de la dieta mediterránea, unido a lo mejor de la cetogénica, usando alimentos incluidos en la primera, pero retirando de ella los cereales y legumbres, y priorizando sus grasas saludables, pescado y frutos secos (ricos en omega3), AOVE, verduras, algunas frutas etc.

Cualquier estrategia que aborde a las personas disociando cuerpo y mente está destinada al fracaso: implementar medidas que traten a las personas en su totalidad tiene más posibilidades de acercarse a mejorar su salud, su supervivencia y su bienestar global

Para conocer en qué consiste este tipo de dieta y cómo está demostrada su utilidad en otros campos recomendamos leer a Joaquín Pérez-Guisado que habla de la “dieta cetogénica española” como una dieta saludable para perder peso.

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¿Qué proponemos en la práctica?

Por último y con los datos a día de hoy, sugeriría algo similar a lo revisado, incluyendo el ayuno intermitente, para lo que termino con esta figura, que refleja cuál sería mi sugerencia como dieta saludable para las personas de forma global (cardiovascular, endocrino, metabólico, cerebral y mental). Considero probado que cualquier estrategia que aborde a las personas disociando “cuerpo y mente” está destinada al fracaso: implementar medidas que traten a las personas en su totalidad tiene más posibilidades de acercarse a mejorar su salud, su supervivencia y su bienestar global, añadiendo por supuesto factores socioeconómicos y de otros tipos que aquí no han sido abordados.

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